No sabemos follar – sobre la educación sexual

Oct 19, 2020 | Educación sexual, Porno, Sexualidad

Hace unas semanas que la ONG SaveTheChildren ha publicado su estudio sobre el consumo de pornografía en la adolescencia con unos preocupantes datos sobre su impacto en la sexualidad de la juventud. Según este estudio, la educación sexual de hasta un tercio de las personas encuestadas se basaba únicamente en el porno. Las otras dos partes aparentemente reciben educación sexual en las escuelas, centrada normalmente en la prevención del embarazo y enfermedades de transmisión sexual, en talleres aislados de corta duración que tienen difícil crear un impacto relevante en el adolescente.

Para mí, el problema de fondo es que no sabemos follar. Por lo general, la información que nos llega de forma específica o subliminar sobre sexualidad es insuficiente y distorsionada en el mejor de los casos, o totalmente errónea en el peor. Incluso cuando hablamos de temas tan básicos como la anatomía del cuerpo y el ciclo reproductivo, hay personas (tanto adolescentes como mayores) que siguen perdidas sobre dónde está el clítoris o por qué agujero exactamente sale la orina. Y ni siquiera estamos hablando de sexo. Es pretender que alguien entienda de agujeros negros, cuando todo lo que se le ha enseñado de astronomía es que la luna es una piedra grande que flota a la nada. Deberíamos preguntarnos si aquel personal docente que hace la clase de biología, aquellos padres y madres que hablan de sexo con sus hijos e hijas (hay, hay), los monitores que los adolescentes toman como referencia… cualquier adulto que hable sobre sexo: ¿sabe realmente de lo que está hablando?, dado que ha recibido la misma educación, o peor, que la juventud con la que se relaciona.

Se espera que con la práctica y la experiencia la cosa mejore, que aprendamos de forma autodidáctica. Pero la realidad en una consulta de sexología es que la gente adulta sigue conviviendo con creencias erróneas y limitantes, mucha desinformación y angustia. Quien tiene suerte, cuenta con un grupo de amistades con las que poder hablarlo y crecer constructivamente, o encuentra algún taller o libro divulgativo hecho con cara y ojos que le ayuda a replantearse cosas. La alternativa es vivir una sexualidad encorsetada, limitada por lo que se supone que debería ser: machista, hetero-cis-normativa, capacitista, coitocentrista, que desprecia a los kinks y los fetiches… la sexualidad es una parte del ser humano increíblemente diversa y amplia que comprende mucho más que las ETS, la reproducción. Necesitamos empezar a hablar de consentimiento y respeto -como hace tiempo que se reivindica desde los colectivos feministas- pero también de placer y de gozo, de intimidad y comunicación, de diversión y curiosidad, de cómo cada cuerpo, cada persona, cada pareja es diferente y les funcionan cosas totalmente distintas. Necesitamos mirar hacia adentro sin vergüenza y preguntarnos qué queremos de nuestra sexualidad, qué nos gusta y excita, que nos remueve por dentro a nivel físico, emocional y mental, para qué estamos teniendo sexo cuando lo tenemos. Y será entonces, cuando tengamos claro que queremos, que sabremos cómo follar.

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